martes, 3 de noviembre de 2009

Criticas verídicas a pie de calle


¿Quienes queremos cambiar los actos que no nos gustan? ¿Todos, todas? No, sucede que cuando algo no nos gusta nos podemos a debatir, siempre en los lugares menos apropiados, a sentenciar con frases lapidarias la acción que nos ha provocado la reacción, a analizar los hechos sin datos, a evacuar el cabreo, la rabia o el despecho. Y nos acostamos felices. El sistema democrático en que vivimos y el respeto por bandera nos avalan si decidimos emprender otra acción-reación ante algo que no nos gusta. Así, podemos pedir explicaciones de por qué en mi calle no se ponen aparcamientos alternos ( como en casi todas las calles de Olvera que lo permiten) después de que una mayoría aplastante de vecinos-as lo pidiera por escrito y la calle de al lado ( con las mismas características que la mía) también lo tenga concedido. Y luego, estaremos también cambiando la realidad si llegadas las explicaciones no nos convencen y optamos por acciones más originales,¿nos encadenamos a la acera virgen?.


Así, podemos recriminar, sin acritud, la actitud del señor que para en la calle Calvario a comprar su cajetilla de tabaco y a quien debemos esperar para poder continuar la marcha. Y al que para su todoterreno en la acera del cuartel de la Guardia Civil y obliga a una mamá con carrito a bajar a la calzada ( esto lo he vivido hace veinte minutos, por novena o décima vez en lo que va de mes). Y a todas las personas que se pasan por el forro los límites de velocidad urbanos, ahora más, que ya no hay badenes ( menuda desprotección) y los bajos de los vehículos ya no sufren.

Y con esta misma actitud, pidamos explicación a los gobernantes locales, o protección o campañas divulgativas, o ayuda para extender una mentalidad más solidaria, más respetuosa.


Si nos decidimos a tomar acciones más originales contra estos sinsentidos que nos hacen tan difícil la vida cotidiana, y !tan peligrosa!, demos sus nombres, sus apellidos, hablemos de todos ellos, pongamos en la lista negra a quienes no respetan a la ciudadanía. Foto:Miguel Argimiro

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